Sin novedad en el frente



sábado, 14 de abril de 2012

Matando elefantes.

Nos despertamos una buena mañana, eso es un decir, claro, que con tanto miedo condensado en el ambiente resulta difícil haber conciliado un sueño reparador, y nos encontramos que SM el Rey se ha roto la cadera. En un principio, la noticia nos aflige, sentimos un toque de ternura al pensar en un entrañable señor, de 74 años, se ha caído en su casa (aunque sea palacio) y rápidamente lo relacionamos con un caso similar de un familiar o conocido. Pensamos en su dolor, en la frustración de verse mermado por la edad, haciéndolo más torpe y frágil, o tal vez en la angustia de verse solo, tirado en el suelo, incapaz de levantarse y con punzadas de un terrible dolor en la oscuridad de la noche.
Pero no, el señor (eufemismo) se ha accidentado cuando estaba en... ¡Botsuana! ¿De viaje oficial? No, hijo no: cazando elefantes. ¿He leído bien? Sí, matando elefantes. Pensaba que eran animales en peligro de extinción. Y, en cualquier caso, son unos seres maravillosos, llenos de sabiduría, fuerza, con una estructura social/familiar increíble. ¿Y qué se hace con el cadáver de un elefante? ¿Su carne se usa para mitigar el hambre de algunas tribus locales? ¿Con su piel se visten gentes muertas de frío? ¿O acaso es su sangre la portadora de un remedio farmacéutico contra la malaria? No. Los matan por puro placer. Un gilipollas, quizá con complejo de inferioridad, crisis de los 40 (o 74), impotente, imbécil... asesino en definitiva, que lo hace para satisfacer su ego.
Mientras, tú y yo, esperando en la cola del paro, con a cabeza ahogada con los números que tenemos que hacer para llegar a fin de mes, viendo como todo son recortes, suben los precios, no podemos pagar la bombona de butano... Pero, claro, estamos pagando a un tipo, que sólo por haber nacido donde ha nacido, hijo de tal y tal, se va de safari sangriento a la otra parte del mundo.Con dinero que es nuestro, que nos lo han descontado de nuestro trabajo, que ahora se lo quitan a los servicios mínimos como la sanidad o para pagar cuadros de exministros y demás.
¿Debo sentir pena por SM el Rey? ¿O por esa manada de elefantes que quizá se haya salvado? ¿O por ese nieto real que se disparó en un pie?

jueves, 18 de febrero de 2010

La vida es como un Carrefour chico. Entras, con la lista de la compra hecha, lo que necesitas, pero coges un carrito con la esperanza de encontrar algo inesperado, algún capricho que te llene de gozo y se quede a vivir en tus caderas una larga temporada. Así que vas pasando por cada hilera de productos, primero por la sección de libros/cine/juegos. No, no necesitas nada de eso, tu presupuesto es comedido (prefieres gastarte los 23 euros que vale La Reina de Palacio de las Corrientes de Aire, o como se llame, en unas cervezas). De todas formas, pasas religiosamente por cada pasillo, ojeando, hojeando, viendo y tocando. Algún CD te llena de alegría (son los recuerdos de otros días, con un amor juvenil, una noche en aquel pub con tus amigos de la facultad, o un polvazo tan bueno como inesperado). Lo coges, incluso lo echas al carro. Pero no pasa mucho hasta que dices que no, que ya no es lo mismo, que en tu situación, no te puedes permitir ese gasto, que lo quieres no es el CD sino aquella inconsciente dicha que quedó atrás. Lo devuelves a su sitio, con pena, admitiendo que ya eres un poco más viejo que cuando entraste al Carrefour.
Luego sigues dando vueltas. Cogemos pan, leche, zumo, huevos, atún... son cosas que te te hacen falta, accesibles, conocidas, experiencias sin sorpresas y a las que te has acostumbrado. Luego te dejas llevar por la promesa de la novedad, un artículo que te hará gozar (véase dulces). Sí, son tan fáciles de coger, de que se "caigan" a tu carrito. Es ese escarceo, un ligue esporádico con el que gozar. Pero lo dejas, porque ya estás casado, o ya tienes una edad que no te ves capaz de seducir, o te da miedo a que te rechacen. En cualquier caso, lo dejas.
Como es un Carrefour chico, cuando has ido a comprar un vino (éso sí te lo puedes permitir, la posibilidad de un lujo, algo sofisticado que te haga salir de tu rutinaria vida), no hay más que de dos o tres marcas. El Ribera del Duero es "sospechosamente" barato... ¿será bueno? ¿Cumplirá con tus espectativas de escape de tu cotidianeidad? Lo cogemos, pero no hace falta llegar a la línea de cajas para saber que será otro fiasco más, una pequeña decepción.
Al final hemos llenado, poco, pero llenado nuestro carrito. Ya en la cola, las últimas tentaciones: chicles sin azúcar (pero... ¿qué es ésto?), patatillas, algún bollito... ¿Cogemos algo? No, ya es nuestro turno. Todos tus artículos se exponen en la cinta de la caja. Ves pasar tu vida en forma de barra de pan, lejía, champú, yogures... Éso es lo que tienes y lo que puedes pagar porque, claro, al final hay que pagar.
¡Y lo que más jode es que no te dan bolsas! ¡Carga con tus miserias como un pobre!

lunes, 15 de febrero de 2010

¡Volvemos a la carga!
Tras varias semanas de infructuoso esfuerzo, al fin me han dado mi contraseña (la había olvidado) y puedo escribir nuevamente en el blog (aunque no sé ahora qué). En fin, pronto, más y mejor.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tengo miedo. Es una sensación que me acecha, lejos aún, pero que me ronda con la intención clara de ir acercándose más a medida que dejo pasar los días. Lo peor de todo, es que soy yo el que le animo a seguirme, con migas de pan que voy dejando tras de mí. Con desidia, inactividad, viendo desde casa cómo pasa el tiempo, con excusas del tipo "está la cosa muy mala", "todo está parado". ¿Es verdad? ¿Cuál es el peso exacto de las circunstancias ajenas y las propias? ¿Estoy acomodado, viendo como la barca se precipita hacia la cascada? En cualquier caso, apenas me muevo para evitarlo. Ni mis malas horas de sueño, o esa quemazón que a veces aparece en lo profundo del estómago, me sirven de reactivo. Otro día más que pasa, el calendario que va diciéndome que estamos en este año, que los días van pasando y no me esperan... y yo encerrado por propio designio.

martes, 26 de enero de 2010

Este es mi primer día, mi primer texto, un boceto que se escribe deprisa, sin reflexión y por eso mismo espontáneo y crudo.
Conociendo mi carácter errático, casi difuso... ¿habrá continuidad? Mis experiencias, por poco interesantes que sean, ¿tendrán aquí hueco?
En este ejercicio de vanidad, me gustaría que estas palabras fueran leídas y así dar más vida a mis pensamientos, hacedeles vagar y viajar y así creer que yo también he ido a esos sitios y me han tocado los mismo labios.